Erzsebet Bathory , sobrina del rey de Polonia, nació en Hungría en 1560. En la familia hubo algunos miembros que desde niños sufrieron algún tipo de perturbación con síntomas de crueldad. Los padres de Erszebet, los Barthory, eran primos, católicos, y partidarios de la hegemonía española. Pero por ser católicos no tuvieron ningún miramiento con sus sirvientes y subordinados, con quienes se comportaban con crueldad
A Erzebet la prometieron cuando apenas contaba 11 años, con Ferenz Nadasdy, conocido en el campo de batalla como el Príncipe Negro. A partir de ese momento la envían a casa de su suegra Orsolía, una mujer con un gran sentido común, para que esta la eduque.
Al casarse Erszebet adquirió el título de condesa, el marido parte al frente pero quien manda en el hogar continúa siendo Orsolía. La condesa se ha convertido en una hermosa joven que en cuanto toma conciencia de su belleza empieza a temer su pérdida. Ocupa la mayor parte de su tiempo mirándose en el espejo y buscando defectos y arrugas.
No le gusta cuidar de su marido cuando vuelve de la guerra, generalmente desnutrido, herido o enfermo, aunque sí le pregunta sobre los castigos que aplican a los prisioneros, y sobre las muertes en el campo de batalla. Pero él cansado de la guerra no le responde, prefiere olvidar, y tampoco comprende por qué su esposa se regodea en sus relatos.
Pero a Erzebet el sufrimiento ajeno le proporcionan mayor placer que el sexo. En una ocasión le relata emocionada a su marido como matan a un caballo, lo abren en canal y dentro encierran a hombre acusado de traición. El marido le responde que es una crueldad innecesaria, y que a un traidor se le ajusticia de la manera más rápida posible
Erzsebet toma como criada personal a Darvulia, una vieja considerada una bruja remediera. Darvulia la inicia en el consumo de plantas y alucinógenos que piensa que la conservarán eternamente bella.
Cuando se va de casa de su suegra se convierte en la tirana de sus criadas a las que puede llegar a azotar hasta la muerte por un simple descuido
Accede viajar a Viena o Budapest y a relacionarse en sociedad solamente para lucir su belleza y sus joyas, en público se comporta con una educación exquisita. Pero cuando muere su esposo en 1604, manda lejos a sus hijos para quedar completamente libre.
La condesa pide a sus criadas que le traigan chicas jóvenes vírgenes, no se tiene noticia de que hubiera torturado a ningún hombre. Son hijas de campesinos que consideran una suerte servir en una casa noble. Cuando los campesinos pasaban mucho tiempo sin saber de sus hijas preguntan por ellas, pero les dicen que han enfermado y muerto de una enfermedad contagiosa y que por eso las han enterrado con urgencia.
Erzsebet piensa que sus jaquecas se curan bañándose en sangre. El Talmud de los hebreos dice que la jaqueca mejora vertiendo sangre sobre la cabeza de quienes la sufren y Plinio contaba que los egipcios usaban sangre para las dolencias de la piel. En todos los casos utilizaban, no obstante, sangre de animales.
Mantenía con vida el mayor tiempo posible a las chicas, y si morían pronto enfurecía. Las torturas podían ser unos pocos azotes pero no le importaba quemar con un hierro candente las plantas de los pies, los pechos y el pubis de las muchachas. Las mantenía muchos días sin comer hasta que les ofrecía la carne asada de otra muchacha.
Los campesinos callan y alejan a sus hijas del pueblo, pero la condesa busca sangre también por los alrededores. Las mujeres de la limpieza bajan a limpiar los sótanos y otros muchos han oído gritos y lamentos. La condesa y sus ayudantes lo toman por costumbre, se vuelven descuidados, incluso manda a repara a Viena la Doncella de Hierro. Las familias, Bathory y Nadasdy, empiezan a murmurar, incluso en una ocasión su yerno encuentra un cadáver, pero huye y no dice nada.
Darvulia, le enseña sus conocimientos sobre las hierbas. La condesa consumía drogas y las administraba a las vírgenes para mantenerlas despiertas o aumentar su sensibilidad. Cuando muere Darvulia busca una sustituta, Ezra Majorovva.
Los últimos años, las escogidas rondan los once o doce años. Pero un día una de sus víctimas es la hija de un rico que no se conforma con las explicaciones de los criados. Además, mató a alguna muchacha noble con la idea de que su sangre sería más pura.
El rey manda que apresen a la condesa. Cuando los caballeros se disponen a cumplir las órdenes del rey encuentran el sótano de los horrores. Encontraron muchachas encadenadas que aun estaban vivas, restos de dos cadáveres desollados y el diario de la condesa.
El rey es partidario de ejecutar a la condesa públicamente aunque una parte de la nobleza no está de acuerdo. Juzgan primero a los cómplices, a ella se la juzga en un acto separado. Dedujeron que los habitantes del castillo sabían lo que pasaba pero que nadie se atrevió a denunciarlo. Se condenó a la condesa a ser emparedada en sus aposentos para siempre, dejando solamente un hueco horizontal a la altura del suelo, por el que le pasaban alimentos. Durante los cuatro años que se mantuvo con vida durmió entre sus propias heces, llena de piojos, pústulas, sarna y herpes. Jamás se la oyó lamentarse o llorar. Murió el 21 de agosto de 1614.